¿Te vas a Creer lo que yo te diga?
Los
ojos de la Calle
Cuanto más leo, oigo, vivo…
Cada vez estoy más convencido de lo torpe que soy.
A veces cuestiono, mi capacidad de raciocinio.
Una vez tuve un juicio, el motivo; va de faldas, ya es sabido o te
aman a morir, y eres el hombre perfecto, o todo es “Vice-verso”; es decir visceral en cuando a palabra para hacerte el máximo daño
posible; el caso es que me dice la fiscal: “ vives en la inopia”, yo entristecí,
no tuve más remedio que decirle que la ética y la moral, el ser decente y honrado
era mi más querida herencia, que el ayudar a los demás por encima de mis
propias necesidades una bandera, y que me llamaran tonto, me hacia sentir
humano.
Cuento esta anécdota solo para que sirva de “botón de muestra”, leo,
oigo, vivo cada día infinidad de palabrería que no trata más que esconder
intereses en segundo plano, considero que estas personas para nada torpes creen
que están en posesión de una rotunda verdad, de que quienes les escucha asumirá
ese contenido como una ley o doctrina, si que desde hace tiempo las personas
por su nobleza ha admitido una exposición particular dudosa, nunca fue por su
torpeza, quizás más bien por su prudencia igual cada día esta señora me refiero
a “Prudencia” esté más mayor, sea menos tolerante y como dicen en mi pueblo; “un
día de estos se le caliente el coñ…”; supongo que estos grandes oradores, o
mejor doradores de palabrería caerán con todo el kiosco…
La incongruencia, la hipocresía es tanto elocuente como rotunda; “asta
la Mentira es una gran Verdad”,
Como escapar o disfrazar la realidad, si los hechos siempre
confirmarán el proceso, el tiempo es el mejor de los jueces, la vida a cada
cual lo pone en su lugar, todo esto que menos el primero que es mi cosecha son
dichos antiguos, irremediablemente confirmativos de como cada vez que un “payasete”
o “payaseta” se cree más listo que el resto, solo esta engañándose y limitándose
a si mismo, pues los demás estamos fuera, observando eso si, pero a lo nuestro,
felices y contentos, sin tener que
justificar nuestra vida, solo ricamente viviéndola, disfrutándola junto a los
nuestros.
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