Guía para sahelianos de cómo conseguir pectorales perfectos
Durante
unos días fue noticia de primera página y de portada de telediarios: el consumo
de más de 20 gramos de carnes procesadas (salchichas, embutidos) al día aumenta
la mortalidad un 3,3%. O sea, que, por lo que parece, comiendo un bocadillo de
mortadela se corre el riesgo de morir antes.
(Me
viene una pregunta de inmediato: ¿antes? ¿antes de qué? ¿alguien puede decirme
cuántos minutos, horas o días me quitaría ese bocata? ¿con respecto a qué cantidad
de vida asegurada? ¿alguien puede decirme cuándo voy a morir si no lo como? ¿se
refiere, más bien, a calidad de vida? ¿y de qué calidad se habla? ¿y vida?).
El
estudio se realizó en 10 países europeos (Francia, Italia, España,
Holanda, Reino Unido, Grecia, Alemania, Suecia, Noruega y Dinamarca) durante
una media de 10 años. Dicho de otro, en ningún país del llamado “tercer mundo”,
donde para millones de personas diez años de vida son un lujo del que nunca
podrán disfrutar, pues habrán muerto antes.
Me viene a
la mente el más que recomendable libro “Destrucción Masiva. Geopolítica del
Hambre” (Península, 2012) de Jean
Ziegler, en la actualidad miembro del Comité Consultivo del Consejo de Derechos
del Hombre de la ONU, donde ya desde las primeras líneas el lector queda
abrumado por los datos que Ziegler ofrece.
Según datos
de la FAO; la cantidad de personas grave y permanentemente desnutridas en el
planeta se elevó en 2010 a 925 millones de seres humanos. Cerca de 1.000 millones de entre 6.700
millones padecen, pues, permanentemente hambre.
En Suiza, la
esperanza de vida al nacer es de algo más de 83 años. En Francia, de 82 años.
En Suazilandia, país devastado por el sida y el hambre, de 32 años.
India, donde
habita casi la mitad de todas las personas grave y permanentemente desnutridas
del mundo, exporta en cambio algunos años cientos de miles de toneladas de
trigo. ¿Debido a las leyes objetivas del mercado y a su mano invisible?
En
Guatemala, ya en 2011, el 1,86% de la población poseía el 57% de las tierras cultivables.
Los países
en vías de desarrollo albergaron estos últimos años entre el 98 y el 99% de los
subalimentados del planeta.
Nueve
millones de personas grave y permanentemente subalimentadas viven en los países
industrializados, y 25 millones en los países llamados en transición (Europa
del Este y la Ex Unión Soviética).
En enero de
2011, bruscamente, el precio en el mercado mundial de la tonelada de harina de
trigo se duplicó (¿cuestión de azar o de magia?)
Las mujeres constituyen un poco más de la mitad de la población
mundial, pero representan más del 60% de
las personas con hambre en el mundo. Como botón de muestra, en algunas sociedades
sudanesa-sahelianas o somalíes, las mujeres y los hijos de sexo femenino solo
comen los restos de las comidas de los hombres y los hijos de sexo masculino.
Sus hijos de cota edad padecen la misma discriminación. Las ciudad y las
segundas y terceras esposas soportan un trato discriminatorio aún más acusado.
Y ya, fuera
de la citada obra de Ziegler, otros datos:
Loa gastos
en cosméticos en Estados Unidos ascendía ya en 2001 a 8.000 millones de
dólares.
Los gastos
militares, a más de 850.000 millones de dólares.
Comida para animales
domésticos, a 17.000 millones de dólares.
De
los 6,9 millones de fallecimientos infantiles al año, según las cifras
presentadas por la ONG en su “Mapa de la supervivencia infantil” de este año, el 43% se produce en el primer mes de vida
del niño.
Coda:
¿Cuántos niños y niñas, cuántas mujeres y hombres en el mundo se sentirían
inmensamente felices por poder comer un bocadillo de salchichón o una gran
hamburguesa, porque así su vida tendría una prolongación de 40 horas más de
vida? Unos preocupados por comer y sobrevivir. Otros, por el colesterol y su
peso ideal según la tabla del índice de masa corporal.
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