La mayoría de las revoluciones han tenido la opresión de la deuda como detonador
por Enric Llopis
Vinculada a la idea de obligación, culpa y pecado, "la deuda ha constituido un mecanismo de control social desde hace más de 6.000 años", explica el economista y miembro de la Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda, Sergi Cutillas. Especialistas como David Graeber, George Caffentzis, Michael Hudson o Eric Toussaint han ahondado en el asunto. Sergi Cutillas no entiende las Ciencias Económicas de manera aislada y excluyente: "Me interesan mucho el resto de ciencias sociales, que ayudan siempre a entender mejor la Economía". Ha participado en el libro "¿Por qué no debemos pagar la deuda? Razones y alternativas" (Icaria) con un artículo titulado "La deuda en España", redactado con Uli Wessling. Considera que la mayoría de las revoluciones, aunque entendidas como culturales o religiosas, "han tenido la deuda como detonador". En su análisis sobre la deuda, Sergi Cutillas introduce elementos de enorme interés procedentes de campos como la Psicología o la Antropología.
-En alguna conferencia has afirmado que el pago/impago de la deuda depende de la correlación de fuerzas políticas. El país fuerte impone al débil el pago de la deuda. ¿Hay ejemplos históricos en que se haya revertido esta situación, en que la deuda haya dejado de abonarse?
Sí, la historia está llena de esos episodios. La mayoría de revoluciones, que muchas veces pasan por culturales o religiosas, han tenido la opresión de la Deuda como detonador. Figuras históricas y líderes religiosos como Jesús han luchado contra las desigualdades que generaba la deuda, que muchas veces acababa en esclavitud de algún miembro de la familia para ser saldadas. Hay un componente de moral muy potente detrás del concepto de la deuda. La deuda está muy ligada con el concepto de obligación, de culpa, de pecado... estas palabras tienen los mismos orígenes etimológicos.
David Graeber, George Caffentzis, Michael Hudson o Éric Toussaint han escrito sobre la historia de cómo la deuda ha sido un mecanismo de control social y opresión desde hace más de 6.000 años y como este componente moral ha sido bombardeado dentro de nuestras mentes por parte de los más poderosos para que respetemos esas jerarquías producidas por las deudas.
-Además de los intereses netamente mercantiles, en ocasiones se plantea un sustrato ideológico en los mecanismos de endeudamiento, según el cual la Alemania protestante, austera y calculadora culpa por sus pecados a la Europa mediterránea, despilfarradora y ociosa. ¿Compartes esta interpretación?
Ese mensaje lleva escondido una carga culpabilizadora muy grande. Claro que hay ideología detrás de la Deuda, pero la podríamos definir como ideología sádica, de dominación. Se podría entender como una manera de ser, o al menos de entender la naturaleza del ser humano, muy arraigada en muchas personas, una estructura de carácter. Eso sucede en todas las sociedades centradas en el poder. El capitalismo es el modelo de poder y dominación por excelencia. En este sentido las personas que quieren dominar en Alemania tienen menos diferencias de las que creemos con las que quieren dominar en España. Sus diferencias culturales son superficiales comparadas con sus similitudes, que tiene orígenes más profundos que deben ser explicados desde la biología, la psicología o la antropología además de desde la economía, la historia o la sociología.
-¿Por ejemplo?
Teorías de los instintos, estudiados desde la ecología, y de cómo éstos son reprimidos según la estructura social, pueden dar muchas pistas para entender de donde sale tanta violencia, necesidad de dominar e imponerse de nuestras sociedades patriarcales. Desde ahí también se pueden entender muchas cosas de la política, la economía, las finanzas...
El mensaje de que el endeudado es culpable y el acreedor no tiene ninguna culpa, ni responsabilidad sobre la decisión de endeudamiento es un mensaje que bombardean sin parar desde las élites hasta que lo creamos, sintiéndonos culpables. Eso es lo que nos dicen ahora desde la élite alemana. Es propaganda, uso de manipulación psicológica para controlar masas, buscar nuestros miedos, culpas, manías para debilitarnos. En realidad es como decir que un traficante de droga no tiene ninguna responsabilidad sobre la droga que distribuye, que hay que castigar aún más a los adictos que han decidido drogarse libremente, aunque ya sufran por sus errores y hayan visto sus vidas arruinadas; o como decir que una persona atrapada en una situación de maltrato con su pareja no sale de esa situación porque no quiere.
La mente humana es mucho más compleja que la mente simplista que decide con total libertad de la que nos habla el neoliberalismo. Podemos amar y odiar al mismo tiempo, y sentir dependencia de quien nos hace daño. La confusión es parte de la naturaleza humana. Nuestro sistema biológico nos envía mensajes difíciles de descifrar que nos lían a menudo. Somos capaces de funcionar a muchos niveles, más o menos inconscientes, manejando contradicciones casi imposibles, con distintas creencias y actitudes según la situación. Tenemos diferentes niveles de sinceridad con nosotros y con el resto para adaptarnos a situaciones complejas e incoherentes. Nos disociamos según la necesidad, o sea, tenemos varias versiones de nosotros mismos, vaya. Quienes emiten estos mensajes de culpa saben de estos mecanismos de autoengaño que desarrollamos como defensa.
-¿Cómo afecta esta explicación al caso de una persona endeudada?
Por ejemplo, en el caso de un endeudado que ahora no puede pagar, el miedo a no poder sobrevivir se dispara, y mantener esperanzas y control de la situación a nivel emocional pasa a ser muy importante. Si la autoridad en la que queremos confiar, en este caso el acreedor, es cruel y no duda en hacernos daño, el miedo a morir no puede soportarse ya que la situación nos hace sentir amenazados y sin control sobre nuestras vidas. Es en ese momento donde aparece la culpa como autodefensa y preferimos decirnos que merecíamos el castigo, otorgando bondad al agresor para sentirnos seguros y pensar que no tiene porqué volver a pasar si nos portamos bien.
Así, defendiendo al agresor se mantiene el control, la gestión de la situación continúa de nuestro lado, y podemos conservar un rincón de esperanza. Es lo que se llama síndrome de Estocolmo, y es parecido a la situación que desarrollan personas secuestradas con sus secuestradores, o personas enfermas que desarrollan creencias religiosas en dioses o santos, para conseguir sensaciones de control, esperanza y protección, que son necesarias para la salud de nuestra mente. Preferimos culparnos de un maltrato antes que admitir que nos maltratan por sadismo y sin merecerlo. Eso supondría admitir que existe una situación que no controlamos, un abuso, cosa que nos obligaría a admitir el peligro de más agresiones, cosa que da miedo, y a defendernos, en el caso que eso sea posible. Con la deuda pasa lo mismo, mientras uno se culpa puede ir tirando sin ver que en realidad hay un problema de abuso, una relación desigual, y que hay unas élites que nos están machacando sin piedad usando este mecanismo.
-¿Consideras, entonces, que tienen alguna responsabilidad las personas endeudadas?
Claro que existe responsabilidad por parte de los endeudados, debemos hacernos responsables de nuestras decisiones para aprender y para que no nos engañen en el futuro, por eso hacemos el proceso pedagógico de la auditoría ciudadana, pero no debemos aceptar la culpa, porque equivale a perdonar al maltratador. La responsabilidad no es lo mismo que la culpa, la culpa es dañina, nos aliena y supone renunciar a nuestra dignidad. Hay que tener claro que quienes controlan los flujos financieros son los grandes bancos internacionales. Por ejemplo, quienes prestaron de forma posesa y avariciosa a las cajas españolas fueron los bancos alemanes. Los directivos de estas entidades son mucho más responsables que el ciudadano endeudado que no sabe de balances y que se ha arruinado con la burbuja. Estos directivos se han hecho ricos (aún más) con la burbuja de crédito, y no han asumido ninguna responsabilidad. La gente poderosa que influye en las políticas financieras que facilitaron estos flujos que provocaron la crisis, ni tan siquiera ha aparecido en la lista de señalados.
La actitud de esta elite internacional tan poderosa no me parece muy austera, ni muy luterana, como no lo es la forma en que la élite industrial alemana se enriquece ahora con la política exportadora que salió de esta burbuja de crédito, aprovechando la catástrofe humanitaria que se vive en Grecia. Quien tiene más poder y conocimiento tiene siempre mayor responsabilidad. Si se aprovechan este poder y conocimiento para adquirir aún más poder a costa de hacer daño, no hay que someterse a quien ejerce ese poder injusto, por mucho que nos digan que esas son las normas. Por eso la deuda no debe pagarse, hay que revertir la financiarización y debemos exigir responsabilidades a estas personas.
-Una parte del déficit y la deuda pública en el estado español proviene del rescate/ayudas al sistema financiero. ¿Continúan otorgándose estas ayudas en los últimos tiempos? ¿Puedes citar algunos ejemplos?
Sí, a finales de 2013 el gobierno aprobó avalar los créditos fiscales de la banca para que pueda continuar recapitalizándose, lo que convierte estos créditos en deuda pública indirecta, o sea aunque no compute como deuda, es deuda. El importe de esa deuda es de 30.000 millones, casi la mitad de los recortes que se han realizado. Eso es sólo lo que se le ha otorgado a la banca en los últimos meses, sin hacer mucho ruido. En realidad continúan vivas diferentes vías de ayuda a la banca, que en total, entre mecanismos de liquidez y capitalización superan 1,3 billones de euros. Unas 15 veces el valor de los recortes realizados en el Estado.
-La crisis de la deuda en la periferia europea. ¿Hay precedentes o ejemplos históricos de procesos similares de endeudamiento en otras regiones del mundo? ¿Y de planes de ajuste parecidos a los que están ejecutándose en el Sur de Europa?
La República de Weimar, el régimen político en Alemania que tuvo lugar entre las dos guerras mundiales, sufrió políticas de austeridad parecidas a las de los países de la periferia europea. Las deudas en dólares que Alemania tenía con los aliados y la austeridad que le impusieron para pagarlas la llevaron a una profunda recesión económica, desempleo, y finalmente al impago y la devaluación de su moneda, lo que llevó a la hiperinflación y creó una crisis humanitaria en Alemania. Pocos años después, debido a este terreno fértil para el odio cultivado por los acreedores de la deuda, el partido nazi llegó al poder, y ya sabemos lo que pasó después. Alemania ha olvidado eso ya. De hecho después de la Segunda Guerra Mundial, los países del sur de Europa perdonaron sus deudas a Alemania para que pudiera recuperarse del desastre de la guerra. Parece que eso también lo han olvidado.
-¿Se pierde el contexto cuando se habla de la deuda? ¿Es comparable la deuda de la periferia europea a la de Estados Unidos o, en términos generales, a la del Sur global?
Sí, la deuda es insostenible en todo el sistema, no es algo puntual de un país que se ha portado mal. Eso es debido a la financiarización, que es la fase en la que se encuentra el capitalismo desde la década de los 60. Los países más desarrollados son también los más financiarizados, o sea los más endeudados. Las deudas totales de la economía de Japón o de Reino Unido son mucho mayores a la deuda española.
El sistema financiero ha crecido sin parar y ha tomado el control de la economía y la política. Tenemos un problema sistémico profundo, parecido a un cáncer que se expande sin parar. Debemos analizar el problema y después reaccionar de forma decidida. Si actuamos pensando que esto se puede frenar con regulaciones blandas, que es algo que se soluciona solo, no arreglaremos nada. Es importante entender cómo funcionan las finanzas, sin eso no podemos articular un mensaje que plantee alternativas sólidas para ponerles límites.
-¿Piensas que se pone excesivamente el foco en el Sur de Europa cuando el azote de la deuda lleva décadas encarnizándose con el Sur del planeta? En relación con la pregunta anterior, ¿Pueden compararse ambos procesos?
Claro que son comparables, usan mecanismos parecidos, las mismas instituciones y hasta las mismas personas. Ahora, la crisis de la Deuda está sucediendo en nuestros territorios y es natural que nos preocupe lo que nos pasa a nosotros. Muchos de nosotros nos conectamos a combatir un problema cuando nos afecta. Hay que aprovechar esa inercia que aparece en Europa y hacer que se convierta en algo más trascendente, con un análisis más global, para poder combatir los problemas del sistema de raíz.
-Retornemos al caso español. ¿Quiénes son los principales acreedores de la deuda española? ¿Tienen nombres y apellidos? ¿Deberían asumir riesgos por los préstamos y no lo están haciendo?
Los grandes bancos españoles son los mayores acreedores de nuestra deuda. Poseen más de la mitad de ésta. Gracias a ello desde el año 2000 han obtenido unos ingresos por pago de intereses de nuestras administraciones públicas de alrededor de 92.000 millones, a pesar de haber obtenido beneficios sólo 63.000 millones de euros en este periodo. Si no fuera por la deuda pública, que les provee de ingresos sin ningún tipo de riesgo no habrían sobrevivido a este periodo.
-¿Puede establecerse, incluso cuantificarse con números, una ecuación clara entre pago de la deuda y recortes sociales en el estado español?
En el libro ¿Por qué no debemos pagar la deuda? Uli Wessling y yo hemos realizado un gráfico en el que mostramos claramente que el aumento del pago de los intereses en los presupuestos entre 2010 y 2012, junto con el dinero que se ha usado para recapitalizar la banca suman 70.000 millones aproximadamente, cifra parecida a los recortes que se realizaron en el mismo periodo. Mirad el gráfico y veréis la simetría entre las dos cifras.
-Como economista, ¿consideras que son tan complejos de entender los mecanismos de endeudamiento y procesos de rescate y ajuste? ¿Pueden explicarse de modo sencillo a la gente común?
Sí, el endeudamiento, es una relación humana. Como todo relación humana consiste de dos partes, receptor y emisor. En este caso una se endeuda y la otra presta. A partir de ahí se pueden realizar muchas piruetas que compliquen la comprensión de lo que acabo de decir, pero la esencia es ésta. Si ponemos intermediarios por el medio, cambiamos las deudas de manos, y además le ponemos elementos de incertidumbre redactados en contratos complejos la cosa parecerá sofisticada pero en realidad será deuda entre dos partes, siempre. Por ejemplo, si yo te pido un préstamo y tú me dices que sólo me prestas el dinero si éste pasa antes por las manos de un familiar tuyo para que me lo dé a mí y que a él le tengo que pagar una comisión además de los intereses que te pago a ti, lo único que haces es añadir intermediarios para cobrarme más.
Y si debo pagarte más o menos según algún evento político o climático, entonces tendremos contratos variables, pero que esencialmente son deuda con pago variable (muy variable en muchos casos). Y si a la vez redactas contratos que vendes a otros en los que te comprometes a pagar lo que yo te pague a otras personas, lo que estás es vendiendo la deuda que yo tengo que pagarte, te quitas de encima el riesgo, aunque los pagos vayan a través tuyo y te lleves una parte del beneficio. Es un juego de capas, como una cebolla, ahí está la dificultad, seguirle el rastro es difícil, ver quién se beneficia en cada caso, por la naturaleza compleja de los contratos y acuerdos, los nombres técnicos, las matemáticas, etcétera.
-A grandes rasgos, ¿Qué metodología utilizáis para elaborar las Auditorías de la deuda? ¿En qué lugares del estado español han empezado a realizarse? ¿Se halla el proceso en una fase avanzada?
Si te refieres a la metodología del análisis, se podría resumir como el análisis de la legitimidad de la deuda (si es justa), según su origen, proceso y finalidad. El análisis es la parte a la que nos dedicamos algunos que somos un poco más experimentados en temas económicos, pero en realidad la auditoría ciudadana es un proyecto más amplio, es una campaña de empoderamiento, pedagogía, participación, exigencia de transparencia y de democracia. Ahí puede participar cualquiera, no hace falta ser experto en economía. Queremos crear una red, que coja una inercia que difusión y expansión para extender todos estos objetivos y profundizar en la democracia.
-¿Cómo caracterizarías el proceso de Auditorías? ¿Son Ecuador y Argentina los grandes referentes?
En realidad no, Ecuador fue un buen ejemplo, pero no es nuestro modelo. En Ecuador se hizo una auditoría llevada a cabo por parte del sector público. Fue una herramienta potente, que les permitió analizar la deuda y encontrar la ilegalidad de muchos contratos, ver que la deuda se había pagado varias veces. Les legitimó para decir que la pagarían, pero al final lo hicieron, aunque más barata. Después de declarar que no pagarían la deuda, ésta bajó de precio en los mercados de capitales, y el gobierno de Ecuador la compró a precio reducido. Fue una estrategia inteligente, pero no establece un mecanismo ciudadano de supervisión permanente que vigile al poder, sea quien sea este poder. No ha habido un cambio de raíz. Ahora el gobierno de Ecuador vuelve a estar muy endeudado.
El caso argentino es aún más limitado, lo que llamamos auditoría argentina fue en realidad una demanda judicial por parte del ciudadano Alejandro Olmos contra la deuda originada por la dictadura militar.
-Por último, ¿son las Auditorías una iniciativa aislada, o pensáis que han de complementarse? ¿Qué otras medidas proponéis?
Hay muchas otras iniciativas necesarias e interesantes. Cada uno trabaja el tema que prefiere, porque le gusta más o porque considera más importante. Al final diferentes iniciativas de presión, difusión y movilización en diferentes campos deben ayudarse y formarse unas a otras, para formar un todo. Cada una de las plataformas que tratan distintos campos como el de la energía, las finanzas, de la vivienda, la sanidad tienen su papel muy importante en las demandas para la construcción de un nuevo sistema más justo. No podemos pensar que un grupo o una plataforma puede hacer todo el trabajo por si sola.
Fuente: rebelion.org
La Plataforma Auditoría Ciudadana presenta el libro “¿Por qué no debemos pagar la deuda? Razones y alternativas”
Contra el dogal de la deuda
Enric Llopis
Rebelión
Todo empieza con la financiarización. La entrega del poder casi absoluto de la economía al capital financiero. Desde la década de los 80 hasta la actualidad, los países más financiarizados del planeta -Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón y Alemania- vieron como se disparaba el volumen de sus activos financieros respecto al PIB. En 2005, los beneficios de los bancos en Estados Unidos representaban cerca del 40% de los beneficios empresariales. Esto condujo en buena medida a la crisis de 2008. ¿Qué ha ocurrido a partir de entonces, por ejemplo, en Estados Unidos? Las medidas de Obama, y los rescates en general, han servido para relanzar los réditos de la banca, que se recuperaron y retornaron, ésa es la tendencia, a los niveles previos a la crisis.
La financiarización, no siempre se explica, está en la base de la crisis de la deuda. Los inicios del proceso se remontan a la década de los 70, con la tendencia acusada a la eliminación de las limitaciones crediticias, lo que contribuyó a la expansión del sector financiero. A ello se agrega el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información (que aceleran la compra-venta de títulos y acciones) y, no debe olvidarse, en una época en que se disparan los precios del petróleo. En los 80 la Reserva Federal norteamericana eleva los tipos de interés. Esto produce un efecto perverso: aumenta el valor de los pagos de la deuda en dólares. Además, como consecuencia de la crisis, se produce una caída en los precios de las materias primas. Es una concatenación de factores que aumenta la deuda de los países de la periferia.
La respuesta a estos procesos de endeudamiento aparece en el recetario del “Consenso de Washington”. Se trata de ofrecer préstamos, por parte del FMI y el Banco Mundial, bajo condiciones leoninas: austeridad, liberalización y privatizaciones. Recortes en el gasto público, liberalización de los sectores estratégicos y desregulación de las finanzas y del mercado de trabajo. Neoliberalismo en estado puro. “Unas medidas que hoy están muy vigentes”, afirma el economista y activista de la Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda, Sergi Cutillas, que ha presentado en Valencia el libro “¿Por qué no debemos pagar la deuda? Razones y alternativas?” (Icaria).
Los efectos de la política de recortes y austeridad no contiene, a partir de las evidencias empíricas, mayores misterios. Sobre la deuda externa de los países del Sur (global), resultan devastadores. Si en los años 70, el 10% del PIB de estos países lo representaba la deuda externa, en 1998 se elevaba el porcentaje al 40%. “Parece que los objetivos de los planes de austeridad es mantener a los países del Sur atrapados en dinámicas de deuda, para luego hacerlos depender de las quitas de los acreedores; estas quitas son siempre pequeñas, para que la espiral de dependencia no disminuya”, explica Sergi Cutillas.
No menos caníbal y cruento es el impacto sobre la vida de las personas. Entre 1980 y 1990, según reseña Yolanda Fresnillo en el artículo “La deuda, un lastre para el desarrollo”, el número de personas viviendo bajo el umbral de la pobreza en América Latina se incrementó de 144 a 211 millones. En África, el número de personas viviendo en extrema pobreza (menos de 1,25 dólares al día) se incrementó de 205 millones en 1981 a 330 en 1993. Además, el crecimiento económico fue “negativo” en las dos regiones (-0,5% en América Latina y -1,5% en África entre 1980 y 2000). Concluye Sergi Cutillas que, según algunos estudios, “el FMI ha matado a más personas que las dos guerras mundiales juntas; se trata de instituciones que hacen valer las finanzas como mecanismo de intervención neocolonial”.
El economista catalán resume, a grandes trazos, el cuadro de los impactos de la deuda sobre el Sur global. Algunos países africanos vieron cómo a mediados de 2000 se cancelaba una parte de su deuda, pero continuaban atrapados en la espiral. Otros países -por el incremento en el precio de las materias primas- experimentaron una reducción en el tamaño del endeudamiento (por ejemplo, Brasil). Otros, como Argentina en los años 2000 o Ecuador en 2008, realizaron impagos y renegociaron sus deudas. En este último caso, llegaron a implementarse Auditorías. Pero hay ejemplos no tan conocidos de encarnizamiento sobre las poblaciones a partir de mecanismos de endeudamiento. Jamaica, como explican Damien Millet y François Mauger, en un artículo titulado “¿Qué relación puede haber entre el reggae y el FMI?”: “El pago de la deuda (interna y externa) absorbe aproximadamente más del 64% del presupuesto del año 2003-2004, contra sólo un 9% destinado a la educación y un 4% destinado a la salud. En otras palabras, Jamaica consagra al reembolso de la deuda 7 veces más de lo que invierte en su sistema educativo y 16 veces más que a los gastos de salud”.
Sergi Cutillas extrae una conclusión general, aplicable a las medidas del “Consenso de Washington” que hoy aplica la Troika en la periferia de Europa: “La austeridad y la liberalización siempre empeoran la situación económica y humanitaria; en consecuencia, las deudas generadas -injustas, ilegítimas e insostenibles- no deberían pagarse”. Pero, además, “deben imponerse ya controles al sistema financiero para que el desastre no se repita”.
En el libro “¿Por qué no debemos pagar la deuda? Razones y alternativas”, Uli Wessling y Sergi Cutillas dedican un capítulo de 14 páginas a la deuda en el estado español. El endeudamiento público en España ronda actualmente el billón de euros (100% del PIB). Pero durante la primera década de 2000 (antes de la crisis de 2008) no superaba el 40% del PIB, una tasa inferior a la de Francia, Alemania, Estados Unidos o Inglaterra. Conclusión: fue la crisis la que disparó la deuda en el estado español. Por tanto, la crisis no tiene su origen en un exceso de endeudamiento público, como pretende la ortodoxia neoliberal, sino al contrario. Es más, en el Tratado de Maastricht (1992) se establecía que el endeudamiento público no podía sobrepasar el 60% del PIB. España cumplió con esta condición, no así Alemania (lo superó tres veces) ni Francia (lo incumplió en dos ocasiones).
La resaca del “boom” inmobiliario y la burbuja del ladrillo en España. En la década comprendida entre el ingreso de España en la moneda única y el estallido de la crisis, el volumen de préstamos hipotecarios suscritos pasa de 100.000 a 600.000 millones de euros. A juicio de Sergi Cutillas, “una auténtica locura; porque antes de la “burbuja” la gente también vivía en casas, no en cuevas”. Se trata, seguramente, de la “burbuja” inmobiliaria mayor de la historia, remata. A este proceso no es ajeno el ingreso de España en el euro (2000). Al contrario. “Antes de formar parte de la moneda única -explica Cutillas- este país se caracterizaba por unos altos tipos de interés, debido a la poca confianza internacional en la peseta y en la solvencia de la economía española”. Con la entrada en el euro, añade, la media de los tipos de interés se reduce del 10% al 3%. Y los flujos de capital financiero alemán, francés y británico, entre otros, riegan una economía basada en la construcción como monocultivo. El caldo de cultivo idóneo para la “burbuja”.
El economista desmiente en su artículo uno de los grandes tópicos propalados como hermenéutica de la crisis: la culpabilidad exclusiva del sector público. De hecho, la deuda privada, que alcanza el 325% del PIB, supera con mucho la deuda pública (en torno al 100% del PIB). Se puede desglosar en un 126% de sociedades no financieras, un 113% de sociedades financieras y un 85% de deuda de las familias. “Estas cifras evidencian que la crisis española fue causada, como en la mayoría de países sumidos en la presente crisis, por un exceso de endeudamiento privado, no público”.
Cuando se achaca a la deuda pública el origen de la crisis, tampoco se hila demasiado fino. Se pasan por alto evidencias tales como los recursos públicos inyectados en el sector financiero de la economía. El gran especialista en la materia, Carlos Sánchez Mato, cuantifica las ayudas públicas al sector financiero en 1,42 billones de euros (1,34 billones de euros en liquidez) y 87.000 millones de euros en solvencia. Se incluyen en estas cuentas adquisición de activos, garantías y avales, préstamos o inyecciones de capital. Llama la atención Sergi Cutillas sobre el hecho de que únicamente se hable, en los medios oficiales, de los 57.000 millones de euros insuflados por la Unión Europea en concepto de “rescate”, mientras se obvian las cifras antes citadas. Mientras, el gran tajo en sanidad, educación, dependencia y servicios sociales ronda los 70.000 millones de euros.
Pero los grandes números pueden abocar a la melancolía, cuando no a la desesperación, si de inmediato no se exhibe el capítulo de alternativas. ¿Se ha de pagar siempre una deuda? ¿Se trata de un dictado inapelable? “Debe abonarse sólo si el deudor tiene menos poder que el acreedor”, responde Sergi Cutillas. Al menos, así ha sucedido históricamente. “La clase dominante intenta asociar la deuda con la moralidad; el endeudamiento equivale a culpa, y ésta a pecado”. El antropólogo y activista estadounidense David Graeber ha estudiado de qué modo se formulan estas ecuaciones. Existe una tipología. La deuda “odiosa” se corresponde, a grandes rasgos, con la que contraen las dictaduras. Pero la Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda prefiere la noción de deuda “ilegítima”, ya que “la suscriben gobiernos que se nos presentan como democráticos”.
Es la contraída por ejecutivos que destinan los recursos públicos con criterios diferentes a los del interés general; deuda cuya responsabilidad cabe achacar a una élite; relacionada con la violación de los derechos humanos, la corrupción o generada por una fiscalidad regresiva, entre otras causas. La alternativa formulada son las Auditorías, pero entendidas no como una herramienta oficial o en manos de gobiernos, sino como instrumento de participación y empoderamiento de la ciudadanía.
Según Sergi Cutillas, se trata de “analizar los presupuestos de los gobiernos y las políticas de endeudamiento, e implementar propuestas alternativas que respondan a los intereses de la población; pero para ello, resulta imprescindible un proceso popular pedagógico”. Porque “entender las cuentas públicas puede resultar farragoso, pero al final consiste en matemática básica; los mecanismos de endeudamiento son en definitiva muy elementales; lo que ocurre es que se suelen interponer muchas barreras lingüísticas, pero nuestro trabajo radica en franquearlas y que la gente adquiera nociones de cultura financiera”.
También es muy importante “crear red”. La Plataforma Auditoría Ciudadana de la Deuda se estructura en nodos de actuación local, actualmente existentes en Alicante, Asturias, Valencia, Logroño, Madrid, Barcelona, Tarragona, Badalona, Guadalajara, Navarra, Galicia, Bizkaia, Córdoba y Zaragoza, entre otros. Además, se organizan periódicamente encuentros de coordinación en los que se comparten líneas de trabajo. Para que la impugnación a las deudas “ilegítimas” y la necesidad de Auditorías llegue a la gente, subraya Sergi Cutillas, “hacemos un trabajo de hormiga; charlas artículos, algún libro, presentaciones, apoyo a grupos de personas para la creación de nuevos nodos, etcétera”. Sobre todo, “presionar al mundo de la política y señalar a los responsables, como muy bien ha hecho el movimiento antidesahucios”. Tampoco las Auditorías constituyen un fin en sí mismas. Son una herramienta más. Que se inserta en un planteo global de reconfiguración de la sociedad y la economía.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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