Ciudades frente al desempleo: Cada vez más desiguales
Elisa Beni
¿Por qué no contesta el Gobierno al clamor popular
sobre la corrupción?, ¿es qué no piensan hacer nada?, ¿están
paralizados, atemorizados, esperando a que escampe? Nada de eso. Están
trabajando para buscar la impunidad. Es mucho más práctico. ¿Acaso no
vienen sus mayores quebraderos de cabeza de no haber podido satisfacer
la petición de Bárcenas de que arreglaran lo suyo? Sólo esos jueces
díscolos están empeñados en complicarles la agenda. Es algo
consustancial al poder que roza sus cotas de desvergüenza más altas en
momentos políticos determinados, sobre todo cuando el Tercer Poder se
acerca demasiado a las meninges del Primero. Así sucedió en Italia con
Berlusconi, así está a punto de suceder en España.
A la chita callando Gallardón está haciendo el trabajo sucio mientras
nos despistamos en el juego de malabares de la cochambre y el lodo que
cada día nos muestra una actuación judicial aquí, una comisión rogatoria
allá. El pasado viernes el Gobierno aprobó remitir a las Cortes el
anteproyecto de Ley que masacrará la independencia del Poder Judicial y
facilitará una impunidad mayor para los políticos que en el futuro
pudieran tener problemas. Desactivados los jueces, con la instrucción en
manos de fiscales obedientes, un infierno poco parecido al Estado de
Derecho nos acecha.
Gallardón no es que vaya a
reformar el órgano de Gobierno de los jueces, es que lo va a sustituir
por otra cosa diferente a la diseñada por la Constitución y, a la par,
reformará la faz de la Justicia sobre el terreno y dejará su impronta en
la Administración de Justicia de nuestro país hasta el punto de que no
sea reconocible tras su paso. Sólo que alterará cuestiones básicas para
el funcionamiento del Estado de Derecho, sin diálogo, sin pacto social,
sin el consentimiento ni siquiera de sus votantes dado que no lo llevaba
el PP en su programa electoral... Todo esto qué mas da. El fin
justifica los medios y que mejor fin que terminar de una vez por todas
con la perpetua amenaza de un Poder Judicial independiente al que ni él
ha podido manejar.
Puestos a medida
No gustaba el PP de la elección de los vocales del CGPJ por las Cortes,
es más, llevaba en su programa volver al sistema diseñado originalmente
en la Constitución de elección de la mayoría de ellos por los
magistrados, pero ya puestos, el PP ni siquiera dejará en manos de
asociaciones o intermediarios el poder designar a los jueces cómodos que
los políticos precisen. El cambio que introducen para ello, el que
basten 25 firmas para llevar a un candidato a la cámara que pueda
votarlo, es vendido para más inri como un refuerzo de las posibilidades
de cualquier juez no asociado para llegar al Consejo. ¡Quía, no! esto no
funciona así. Eso en la práctica significa que si un partido quiere
llevar al CGPJ a un juez a medida, aunque éste no tenga ningún respaldo
en la carrera judicial, aunque no represente a nadie, con 25 firmitas de
nada llegará hasta el pleno de la Cámara correspondiente donde
obedientemente los parlamentarios seguirán la disciplina de voto y le
investirán vocal si así lo decidieron los amos del partido.
Esto es una parte más de la desactivación de las asociaciones
judiciales que se lleva a cabo en el proyecto. Unas asociaciones cuyo
funcionamiento ha sido deficiente, en efecto, y que en muchos casos han
actuado como correa de transmisión de los partidos si no como la voz de
su amo pero que en los últimos tiempos han mostrado los dientes e
incluso han dejado ver que podrían dejar de ser obedientes. Así que el
nuevo proyecto las deja sin la responsabilidad de apoyar a los
candidatos, sin subvenciones ni casi posibilidad material de obtener
fondos que no sean de sus asociados y, además, sin posibilidad de
expresar ante la sociedad los puntos de vista de la carrera judicial ya
que se les prohibirá hablar de temas sometidos a procedimiento, como al
resto de jueces y magistrados que, ya pertinentemente amordazados, no
podrán poner el contrapunto técnico o la opinión más contrastada en el
debate público, en una limitación de su libertad de expresión de dudoso
encaje constitucional.
Y, todo ello, ¿para
solucionar que problemas? ¿con qué objetivo? ¿qué alega el Gobierno para
considerar esta reforma imprescindible? ¿qué oponen a la versión de que
sólo se trata de laminar la independencia judicial? Nada, realmente
nada. Ni siquiera en la exposición de motivos del anteproyecto de ley se
nos indica que realidad defectuosa es la que vienen a subsanar. A pesar
de ser bien cierto que el Consejo General del Poder Judicial es un
órgano fallido, no son esos fallos precisamente los que se van a
solucionar sino que se va a profundizar en ellos. Los principales
problemas que ha denotado tener el CGPJ son su politización, su divorcio
de la carrera judicial que no se siente representada ni concernida ni
quizá ni gobernada por él; su utilización espuria del carácter político
de sus vocales para usarlos como correa de transmisión de las presiones
partidistas a los jueces y la amenaza de un régimen disciplinario
utilizado más como método de achantamiento que realmente para purgar una
carrera judicial de la que es difícil que salgan los miembros
indeseables.
Nada de eso se solucionará con un
nuevo diseño de Consejo en el que sólo siete vocales tengan dedicación
permanente y sueldo mientras que los demás simultanearan dichas
funciones con su ejercicio profesional. No sólo eso sino que todo se
agravará pero más al gusto de los políticos. La Comisión Permanente será
más reducida que el Pleno y más fácilmente presionable. Los otros
vocales serán a la vez miembros de un órgano político y jueces en
ejercicio, lo que transmitirá la idea de politización que acarrea el
CGPJ aún más a los tribunales que hasta ahora quedaban al margen de
ella. Otros miembros lo serán a la vez que continúan ejerciendo de
fiscales, a las órdenes del Gobierno, o de abogados con clientes
determinados, aunque simultáneamente tenga voto para elegir magistrados
del Tribunal Supremo o presidentes de Audiencia o TSJ.
Esto es lo que está ya en marcha. Jueces y magistrados han intentado
gritar que es inaceptable, pero son tan novatos en estas lides que le
dieron a Gallardón el gusto de hacerlo justo el día del Debate del
Estado de la Nación, para que todo quedara diluido y ni una cabecera, ni
una portada recogiera su relevante lucha para que el Estado de Derecho
siga siendo el que corresponde a un estado democrático. Camino de las
Cortes va. No es la muerte de Montesquieu, es la danza sobre su tumba.
0 comentarios:
Publicar un comentario